“no es doctrina, no es religión. El yogano se mueve por creencias sino por experiencias” .
“Logramos perfeccionar un âsana cuando
el esfuerzo para realizar dicha âsana,
simplemente se desvanece”
Y.S. II. 29
“Toda violencia se acaba en
la presencia de una persona
que practica correctamente el
principio de ahimsa”.
YS II 35
Debemos aprender a observar
las manifestaciones de nuestra
conducta en los tres distintos
niveles en los cuales ésta se
manifiesta: acción, palabra y
pensamiento; y aprender a dirigir
estos tres en la dirección
de los Yamas (disciplinas éticas). Son: ahimsá (no
violencia), satya (verdad), asteya (no robar), brahmacharya (continencia)
y aparigraha (no codiciar).
Si al hablar la verdad otro es
herido, deja de ser satya y se
convierte en himsa.
Había una vez un yogi que
meditaba en el bosque, escuchó
un sonido y al abrir los ojos vió
a un hombre asustado corriendo
que se escondió en una cueva.
Un rato después pasaron unos
hombres muy irritados, con
unos palos largos en sus manos,
le preguntaron al yogi si había
visto a un hombre pasar por
ahí. Qué respondió el yogi?
Cuando se establece la veracidad,
Los frutos de las acciones
naturalmente resultan
de acuerdo a la voluntad del
yogi.
YS II 36
Pero la verdad no se limita solamente a la palabra. Cuatro son la formas
de pecado mediante la palabra: la injuria y la obscenidad, falsedad en
transacciones, la calumnia o el chismorreo y, finalmente, el ridiculizar
lo que otros consideran sagrado para ellos. El chismoso es más venenoso
que la serpiente. El control de la palabra arranca de raíz toda malicia.
Cuando la mente carece de malicia, rebosa caridad para con todo.
Quien ha aprendido a controlar su lengua ha logrado en gran medida
el autocontrol. Cuando una persona así habla, será escuchada con respeto
y atención, y sus palabras recordadas como buenas y verdaderas.
Patangali.
Cuando alguien que se halla establecido en la verdad reza con un corazón
puro, las cosas que realmente necesita vienen a él cuando de verdad
las necesita: no ha de ir en pos de ellas. El hombre firmemente establecido
en la verdad obtiene el fruto de sus acciones sin, aparentemente,
hacer nada. Dios, fuente de toda verdad, provee sus necesidades y cuida
de su bienestar.
Patangali.
A través de la práctica devocional
de Asteya los más
grandes tesoros pueden
encontrarse.
YS II 37
Asteya.
El deseo de poseer y gozar de lo que otro posee conduce a una persona
a cometer malos actos. De este deseo surge el ansia de robar y codiciar.
Asteya (a = no; steya = robar), o sea, no robar, incluye no sólo agarrar sin
permiso lo que pertenece a otro, sino también usar algo para un propósito
distinto al pretendido, o por más tiempo del permitido por su propietario.
Así, comprende la apropiación indebida, el abuso de confianza y
el mal uso. El yogui reduce sus necesidades físicas al mínimo, pues cree
que al acumular cosas que no le son realmente necesarias, se comporta
como un ladrón. Mientras otros apetecen la riqueza, el poder, la fama
o el goce, el yogui sólo apetece una cosa, y ésta es adorar al Señor. La
ausencia de apetencias le permite protegerse de las grandes tentaciones.
Las apetencias enturbian la corriente de la serenidad y hacen al hombre
bajo y vil, mutilándolo. Quien obedece el mandamiento no robarás se
convierte en fiel depositario de todos los tesoros.
Rico es no el que mucho tiene,
SINO el que menos necesita.
Como el cuento Zen que dice:
Ahora que se ha quemado mi
granero puedo apreciar mejor
la luna.
La religión ha convencido a la
gente de que hay un hombre
invisible que vive en el cielo,
que ve todo lo que haces a
cada momento y cada instante
de tu vida, y este hombre tiene
una lista especial de 10 cosas
que no quiere que hagas y si
haces alguna de esas 10 cosas
tiene un lugar especial lleno
de fuego, de humo, y tortura y
angustia donde te va a enviar
para que llores, grites, sufras
donde te va a enviar hasta el
final de todos los tiempos...
pero él te ama.
Zeitgeist
Las acciones reflejan la personalidad de un hombre mejor que sus palabras.
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