Laberinto: sueño, representación y paradoja.
Según algunos autores, en el mundo de la psicología profunda,
cuando el laberinto aparece en los sueños,
simboliza el inconsciente,
el error y una confusión con respecto a lo real.
Presagia o refleja disgustos y dificultades
de todas clases salvo si conseguimos salir de él,
en cuyo caso indica que hallaremos una solución inesperada
que nos permitirá salir con bien de un asunto embrollado.
También indica la capacidad de reaccionar ante lo absurdo.
Para Borges el laberinto, además de ser finito, se aproxima a lo infinito.
Es un lugar determinado y circunscrito y por lo tanto, finito.
Sin embargo, su recorrido interno es potencialmente infinito.
Además, el “sujeto”, o sea, cada uno de nosotros, no está afuera,
preguntándose por el sendero que lleva a su centro,
sino adentro, desde siempre, resignado a no poder salir.
“No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Y el alcázar abarca el universo
Y no tiene ni anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin...”
Así es que el laberinto es el principio y el fin.
Es la posibilidad de todo mapa y la seguridad de que ningún
mapa lo agotará. Es nuestra manera de recordarnos
que el infinito está siempre al alcance de la mano.
El laberinto es, por lo menos para Borges,
la faceta de nuestro ser que se aproxima a lo divino.
Cuando quiere rezar, se dirige al laberinto:
Gracias quiero dar al divino
Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de soñar
Con un plano del laberinto.
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