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La verdadera luz no resplandece. Ella no ilumina bajo una forma espectacular como el renombre. Un viejo maestro Zen, un día de invierno, en un templo de montaña, se dirigió a su discípulo: “Tengo mucho frió. Si te place, activa el fuego.” El discípulo observó: “Ahora no hay más lumbre, el fuego está muerto. No hay más que cenizas en el hogar.” El maestro se acercó, removió las cenizas con sus dedos y, muy al fondo, encontró una pequeña brasa roja. “Mira aquí, puedes ver una pequeña luz.” El la animó, y la llama brotó bien grande. Entonces el discípulo obtuvo el satori. Este fuego es una imagen de la verdadera iluminación. Para los occidentales, la palabra iluminación evoca a menudo alguna cosa extraordinariamente resplandeciente. Pero la verdadera luz no centellea al exterior, ella no tiene brillo. Skinku, en nihongo significa: “la iluminación verdadera no resplandece”. Es un koan…No mostrar nuestro brillante fuera. Descubrir la luz original en la tierra de nuestro corazón. Inconscientemente, encontrar, a través de la meditación en zazen, la intuición de la existencia primitiva. Recibir la energía (ki) en nuestro espíritu y nuestro cuerpo hasta en cada una de nuestras células. Verdaderamente, el buda ha sido iluminado, y su despertar es representado simbólicamente por un punto sobre la frente, entre los dos ojos, el tercer ojo. Todo el mundo sabe esto. Pero, en el Zen, la iluminación significa también: “no comer con la nariz, comer con la boca”, es decir, no tener gestos falsos. La iluminación brilla en cada gesto de la vida cotidiana.
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